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La experiencia del pensar, por Jorge Eduardo Rivera

La experiencia del pensar. No se trata de un esfuerzo pensante, de estirar y retorcer conceptos, a ver si logramos coger una determinada cosa en las redes de un pensamiento que de este modo se apoderaría de ella. No. La experiencia del pensar es como mirar a través de los altos abetos de la Selva Negra. Estamos en la cercanía de la cabaña de Heidegger en Todtnauberg. Amanece. La mañana gélida no ha llegado aún hasta nosotros, pero cae gota a gota desde el cielo nocturno. Wenn das frühe Morgenlicht still über den Bergen wächst [...] Cuando por encima de los montes la temprana luz matinal silenciosamente crece [...] “Silenciosamente.” Ahora tenemos que oír este silencio de la luz creciente. Todavía están los montes oscuros, pero por encima de ellos —calladamente— crece la luz matinal. Allí y entonces. Espacio y tiempo. Montes y crecimiento silencioso. ¿Qué pasa en la oscuridad evanescente del alba? En la oscuridad del alba viene simplemente la luz. Die Verdüsterung der Welt erreicht nie das Licht des Seyns. El oscurecimiento del mundo jamás alcanza la luz del Ser. No se llega al Ser por abstracción del mundo, dejando o eclipsando al mundo. La oscuridad de los montes no alcanza por sí misma la luz del alba. La luz del Ser viene a nosotros como un milagro —calladamente. La luz del Ser viene desde fuera del mundo, pero también desde dentro del mundo. No es el abandono de los entes, ni ninguna astuta manipulación de parte nuestra, lo que trae la luz del Ser. La luz del Ser —como la luz del alba— crece por encima de los montes, silenciosamente, por sí misma, al paso con que ella quiera venir. Lenta y calladamente. En medio de este mundo nuestro de manipulaciones y ajetreos, se oye, ahora, de pronto, esta palabra simple y potente: “por encima de los montes la temprana luz matinal silenciosamente crece”. La luz es lo plenamente abierto y es, al mismo tiempo, lo aperiente. Es lo que ilumina, es lo libre, es lo sagrado. Dejemos que la luz crezca silenciosamente por encima de los montes. Silenciosamente. Sin esfuerzos de nuestra parte. Porque la luz del Ser nos tiene ya cogidos antes que podamos hacer ninguna cosa. Antes de todas nuestras decisiones y manipulaciones, ya hemos sido iluminados y tocados en nuestro ser mismo por el Ser. En el Ser estamos. La luz crece en medio de la oscuridad del mundo. Estamos en plena noche. Ya no se escucha ninguna voz, ni la de Dios ni la del Ser. Pero allí crece silenciosamente una luz que quiere venir. Este paso silencioso de la luz es una historia anterior a nuestra historia: es un acontecer que mueve todo acontecer. Incontrolablemente, la luz matinal crece. Für die Götter kommen wir zu spät und zu früh für das Seyn. Llegamos demasiado tarde para los dioses y demasiado pronto para el Ser. Medianoche. Ya sin Dios ni dioses. Aún sin Ser. Se siente frío en el mundo. Más, silenciosamente desciende la luz del Ser. Por encima de los montes la sentimos venir. Y es justamente esa vislumbre de la luz que se acerca inesperadamente, esa vislumbre —ese Ahnen— eso, precisamente, es el pensar de que habla Heidegger. ¿Cómo sabe usted que se acerca la luz del Ser?, nos preguntan. Y replicamos con una contrapregunta: ¿Y cómo sabe usted que empieza a aclarar en medio de la oscuridad del alba? Wir kommen nie zu Gedanken. Sie kommen zu uns. Jamás vamos nosotros hacia los pensamientos. Son ellos los que vienen a nosotros. El pensar no está en nuestra mano. No es una acción humana. No es algo que nosotros conquistemos. El pensar viene a nosotros con la luz del Ser: en silencio, sobre las alas de la aurora. Pensar no es hacer. Pensar es dejar que algo suceda: Gelassenheit, abandono. Es dejar todo lo nuestro, y dejarnos a nosotros mismos: pura espera, acogida de lo que viene, cuando quiera venir. El Ser... Dessen angefangenes Gedicht ist der Mensch. Su apenas iniciado poema es el hombre. ¿Quiénes somos entonces? Ciertamente no esos animales racionales que creemos ser. Y no es que sea falso decir que lo somos. Es que ese decir no arroja ninguna luz sobre lo que propia y radicalmente somos. Podemos representarnos al hombre como una especie animal entre otras. Y para distinguirla de las demás, podemos “dotar” al hombre de logos, de palabra y también —si se quiere— de razón, es decir, de inteligencia aprehensora y discurrente. El hombre es todo eso, ¿qué duda cabe? Pero, antes de ser eso, y para que pueda serlo (es decir, para que pueda pre-sentarse allí frente a nosotros —¿a nosotros? —) como algo que se muestra en el ámbito abierto de todo lo que es, ya debe haber ocurrido lo más decisivo: debe haberse abierto el espacio del Ser, en el que “hay” animales y —entre ellos— animales “dotados de logos”. Pues bien, ese espacio previamente abierto para que comparezcan ante nosotros los animales, ese espacio abierto del Ser, donde surgen los entes, es precisamente el prerrequisito para que haya animales y cualquier otra cosa. Eso: el ámbito abierto del Ser, en el que el hombre habita, eso es lo originario. Y el hombre que lo habita no es sino el morador de esa morada del Ser. El hombre es, antes que cualquier otra cosa, un Da-sein, un estar —sein— en el Ahí —Da— de lo abierto. El hombre es la hendidura donde irrumpe el Ser. Dessen angefangenes Gedicht ist der Mensch. Su apenas iniciado poema es el hombre. Poema del Ser. Creatura del Ser. Dictado del Ser. Apenas iniciado: puro abertura, puro Ahí. Auf einen Stern zugehen […] Ir hacia una estrella […] Hacia la estrella de un único pensamiento, en marcha hacia la luz naciente. Iniciado poema, ábrete a la luz. En una sola dirección. Fascinado, atraído, apremiado desde dentro. ¿Desde dentro? Sí, desde ese dentro que es lo máximamente fuera de nosotros mismos. Somos lo que aún no somos, lo que jamás podremos llegar a ser. Recién iniciado poema. Sobre la tumba de Heidegger, en el cementerio de Messkirch, junto a la de sus padres, hombres de Dios, leemos esta frase: Auf einen Stern zugehen, “ir hacia una estrella”. Descansando en su tumba, Heidegger marcha a la cabeza de una columna de solitarios: hacia una estrella. También las estrellas brillan en el silencio de la noche. En la medianoche de hoy, sin Dios, y sin pesadumbre siquiera de no tener a Dios, calladamente, el pensar avanza hacia una estrella. Weg und Waage Steg und Sage finden sich in einem Gang. Geh und trage Fehl und Frage deinen einen Pfad entlang. Camino y balanza vereda y decir andando se encuentran Ve y soporta ausencia y pregunta a lo largo de tu único sendero. Iniciación al pensar: ve y soporta la ausencia, soporta la pregunta, soporta la oscuridad mientras marchas. ¿Por cuál vereda? Camino y balanza, vereda y decir andando se los encuentra. Desde la experiencia del pensar. La experiencia del pensar es dirigirse a una estrella. No importa por dónde, importa la estrella. Andando se encuentra el equilibrio y la palabra. Ve y soporta la ausencia de Dios, la ausencia del Ser. Caminar es soportar: Der Schmerz verschenkt seine Heilkraft dort, wo / wir sie nicht vermuten, “El dolor otorga su fuerza salvadora allí donde no la sospechamos”. Geh und trage... ¡en marcha!, dolorosamente. Cuando la veleta ante la ventana de la cabaña canta con la tempestad que se cierne […] […] Si el coraje del pensar deriva de la exigencia del Ser, entonces atina en el lenguaje del destino. “De la exigencia del Ser.” Exigencia es aquí Zumutung, apelación al Mut, al ánimo del hombre, al sentir. Si el Ser —como el viento a la veleta— embiste al sentir humano, entonces y sólo entonces, brota de éste el pensar, y ese pensar atina en la palabra: Steg und Sage —sendero y palabra— se los halla caminando, en marcha hacia una estrella. Denken ist die Einschränkung auf einen Gedanken, der einst wie ein Stern am Himmel der Welt stehen bleibt. Pensar es limitarse a un solo pensamiento, que, como una estrella, quedará alguna vez en el cielo del mundo. ¿De dónde sale ese solo pensamiento? Sobald wir die Sache vor den Augen und im Herzen das Gehör auf das Wort haben, glückt das Denken. Apenas ante los ojos la cosa y en el corazón el oído hacia la palabra tengamos, florecerá el pensar. “La cosa.” ¿Cuál es esta cosa? Es la cosa del pensar, la que mueve al pensar cada vez que el pensar se mueve. La cosa del pensar es el Ser. “Si el Ser ante los ojos.” ¿Ante qué ojos? Ante la mirada que se abre sobre el mundo, ante la acogida simple e inocente a la que le es confiado die Pracht des Schlichten, “el esplendor de lo sencillo”. Asombro, ojos abiertos, esplendor de lo simple. El Ser es lo simple. Lo simple está en todas partes. Lo rebuscado, lo difícil, lo complejo, lo artificioso, es raro, es escaso. Lo simple corre dulcemente por debajo de la existencia. “Apenas ante los ojos la cosa.” “Y en el corazón el oído hacia la palabra.” El oído abierto sobre el silencio en el que de pronto se configura la palabra. La palabra del Ser, esto es, la palabra que el Ser nos dirige, y a la que respondemos en nuestro lenguaje humano con esa otra palabra que es Antwort —una re-spuesta— al Zuspruch des Seyns: a la interpelación del Ser. Si todo ello ocurre —ojos y oídos, cosa y palabra— entonces se despliega el pensar. El pensar no es algo que nosotros hagamos, es algo que se nos da como un regalo. Das Denken bleibt hart am Wind der Sache, “el pensar permanece firme al viento de la cosa”.

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